El 2 de septiembre, Marta, maestra de Primaria durante casi 38 años en nuestro colegio, nos comunicó que se jubilaba. Las personas sabias saben que todo tiene su tiempo, y ella ha decidido que este es el momento de disfrutar con toda libertad, de lo que no es compromiso laboral.
Por si alguno no la conocéis en todas sus facetas, os diremos que, si como profesora damos fe de que ha sido, una buena profesional, entregada incondicionalmente a su trabajo, sin escatimar tiempo ni empeño, con entusiasmo e ilusión, durante tantos años, como persona es una joya; mujer de corazón grande y abierto, cercana, que sabe escuchar, alegre y cariñosa. No muchas personas tienen de forman tan unánime el aprecio, valoración y cariño que todos sentimos por ella.
Si ser buena maestra es vivir 24/7 pensando en cómo mejorar las clases, buscar recursos para facilitar el aprendizaje de los que más les cuesta, tratar de interesar e implicar a todo el grupo, querer bien, y querer lo mejor, para aquellos que se te han confiado, ser ejemplo de lo que se les pides: buena persona, responsable, honesta, trabajadora; si, en definitiva, ser buena maestra es cuestión de pasión por la educación, y de dedicación a ello, sin duda ninguna, Marta lo ha sido.
Vamos a echar mucho de menos: su saludo alegre y su mirada brillante cada mañana; su sentido del humor y buen talante que ayuda a crear un ambiente relajado, dinámico y distendido en cualquier circunstancia; su gracia personal al compartir las dificultades y sinsabores de esta profesión tan exigente y comprometida; su sencillez, alegría y generosidad.
También echaremos de menos sus manzanas y frutos secos para el recreo de los profes; sus variados y bien preparados recursos educativos, siempre disponibles para los demás; sus detalles en la comida anual; su apoyo y cercanía, a todos con sus halagos y sus abrazos; sus visitas a la guardería donde conoce a cada peque, jugaba, cantaba, se disfrazaba…
Sabemos que los alumnos, las familias, las hermanas Religiosas, los compañeros, y el resto del personal, ocupamos un gran espacio en su corazón, y que, por eso, va a seguir visitándonos y compartiendo buenos momentos.
Nosotros nos sentimos orgullosos y afortunados de que Marta forme parte de la historia colectiva de nuestro colegio, su colegio, María Mediadora. Para ella nuestro reconocimiento y gratitud, así como el deseo de todo lo mejor en esta nueva etapa de su vida.